Las palabras muertas
Noviembre de 1984. Es un otoño que ahora me invento detrás de unos cristales empañados por la lluvia, encogido en un jersey azul de cuello vuelto, pero iluminado de iconos atemporales: el cercano Naranjito, esos lagartos que merendaban ratas blancas y un camión enorme llamado Big Trak. Hoy, ilustrados por el conocimiento global, sabemos que aquel año perdimos a Cortázar, a Capote, y a Truffaut. Pero también es el año de Purple Rain y de Born in the USA, y Desmond Tutu fue Nobel de la Paz.
- Literatura, música, un canto a la igualdad... Pareces un carroza nostálgico - Fedora, se burla de mí detrás de una nariz de payaso.
Pero mi año era muy diferente. Alejado de ese mundo y, acercándome a tientas, abro por vez primera el baúl de las palabras. Desciendo despacio las escaleras de este reino y encuentro, como en una habitación de juguetes revueltos, enredadas en las verjas de los sueños, aquellas maravillosas historias que más tarde me disfrazaron de mosquetero, de espadachín enmascarado, de guardián del universo.
- Y vuelta a empezar; se te asoma a los ojos un brillo sentimentaloide. ¡ No te pongas cursi, Goti ! - me dice, atizando una dentellada a mis recuerdos.
- Las viejas historias de tesoros escondidos, sí. ¿Qué hay de malo en ello? - le contesto.
Las palabras vacías que yo redondeaba en un cuadernillo Rubio, se levantan del suelo como despertaría uno de una siesta de verano: al principio entumecido, sacudiéndose ese letargo que uno lleva colgado del cuello como un enorme yunque; pero pronto cogen la forma de una espada, de un barco zozobrando en alta mar, de un mundo donde todo es posible; acaso ese mundo que no habríamos querido abandonar jamás.
- ¿Palabras vacías? ¿Huecas como adornos navideños colgadas de un árbol invisible? - Fedora me pregunta sacando a relucir su lirismo invernal.
- Eso mismo - le respondo -. Si las cogieras con una mano y las agitaras, dentro no sonaría ni el vuelo de una mosca. Nada.
- Suerte, melancolía, belleza, ser, calor, espanto... ¿todo esto no te dice... nada?
Me clava sus ojos de espumas mientras yo tartamudeo:
- Ahora mismo, no. No me dicen nada. Así sueltas.... sin estar atadas a unas frases...
Las palabras se han amotinado, no quieren trabajar, permanecen dormidas en su modorra de letras. Es el escritor, ese creador que trabaja en las sombras de su mundo, el que les confiere la altura de gigantes comepiedras, de aventuras de amor y desamor,... tornea el escritor las palabras y les otorga la plasticidad de un pedazo de barro, una imagen viva que perdura después de la lectura de estas historias, durante horas, días, años...
Pero luego vuelven a morir, las palabras. Una vez repetidas por unos y por otros en la absurda rueda del tiempo y dejan de existir estas escenas cargadas de sentimientos, ironías o desazones causadas por las miserias del hombre. De qué sirve decir "una aguja en un pajar" o ...
Fedora, practicando malabarismos con tres botellas de leche y una tarrina de helado de limón, me insinúa:
- Voy a tener que darte la razón, Goti. Yo no veo el pajar. Me gustaría ver un enorme granero lleno de espigas amarillas recién cortadas, pero por más que lo intento... - dice esto cerrando los ojos muy fuerte y frunciendo mucho el cejo -, nada, no lo consigo.
Tras decir esto, Fedora se sienta en el filo de una cuerda de tender y, guardando el equilibrio, abre un libro que comienza a leer por el final...
- ¿Realmente te has enfrascado en la lectura de ese libro? - le digo, tratando de darle un ejemplo más de palabras muertas: "enfrascarse en la lectura"
- ¿Enfrascarme? Otra de esas frases ¿no? De tan usadas, han perdido su imagen... Pues no, no me he enfrascado... como si el libro fuera un bote de vidrio y yo dentro, dando volteretas colgando del trapecio de las "U"s o estirándome mucho en las barras paralelas de las "H"s.... No, nada. Vuelvo a darte la razón, Goti.
Es del narrador la suerte de lograr una nueva imagen acorde a nuestro tiempo, a nuestras sensibilidades, conservando la tradición, o siendo iconoclasta, como sea, renovándose, adelantándose en los peldaños que llevan al Arte, así, con mayúsculas, para que en los lectores se abra esa puerta que no se sabe muy bien si será de entrada o de salida, pero en cualquier caso arroja luz nueva sobre el mundo.
- Llevas pegada la nostalgia al alma, como mejillones a una roca - se divierte Fedora que ahora hace el pino puente con un disfraz de faquir.
- Algo así - contesto sonriendo a su destreza.
De nada nos sirven las palabras muertas. Hay que enterrarlas, o atarles una cadena bien gorda a los tobillos y enviarlas al fondo del mar.
Fotografía © Colin Yorke
1 comentario:
me parece un texto precioso,en este momento llevo la nostalgia pegada al alma...
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