17 de abril de 2007

Así es (si así os parece)

Texto: Luigi Pirandello
Dirección: Miguel Narros
Intérpretes: Rubén Ochandiano (Lamberto laudisi), Julieta Serrano (Señora Frola), Chema León (Señor Ponza), Rosa Vivas (Señora Ponza), Juanjo Cucalón (Consejero Agazzi), Ana Arias (Dina), Jorge Calvo (Señor Sirelli), Mélida Molina (Señora Sirelli), Fidel Almansa (El Prefecto), David Sánchez (Comisario Centuri), Arantxa Aranguren (Señora Cini), Marina Durante (Señora Nenni), Paco Blázquez (Criado), Luis Garbayo (Señor), Chusa Barbero (Amalia)
Argumento: La burguesía de una capital de provincia italiana se ve alterada por la llegada de un nuevo funcionario y su familia. La extraña normalidad de sus tres componentes suscitará una gran curiosidad que querrá ser satisfecha de inmediato y a toda costa. Será demasiado tarde cuando aquellos respetables ciudadanos caigan en la cuenta de que su curiosidad se ha convertido también en una amenaza para sus principios.


Clap. Clap. Clap. Clap. Clap.
Auuuuu. Auuuuu. Auuuuu. Auuuuu.
Sssssssuuuuuuuhhhh. Sssssssuuuuuuuhhhh. Sssssssuuuuuuuhhhh.

Comienza la función.

- ¿Adónde vas? ¿De dónde vienes?

Fedora sale del Teatro Principal, caminando por Barcas y balanceando un bastón de empuñadura nacarada. Cuando llego a un par de pasos, saca un reloj de bolsillo que pende de una cadenita, lo contempla un instante, lo guarda y enseguida se hunde los pulgares en los bolsillos del chaleco. Me sorprende descubrir que las saetas de su reloj marchan al revés. Con una de sus generosas sonrisas, me contesta:

- Voy camino del paraíso y vengo de pasar la tarde en 1917.
- Te he visto salir del teatro, a mí no me engañas. Te he visto con mis propios ojos – le contesto.
- ¿Y crees que eso demuestra que he estado allí dentro?
- ¿Qué obra era? - le pregunto, sin hacer demasiado caso de sus chanzas -. ¿Cómo han actuado? ¿Qué tal los decorados, la iluminación? ¡La puesta en escena!

Fedora levanta la barbilla, como si mirara al cielo y continúa:

- Mira, Goti, ese puñado de actores se han dejado la carne y el alma en el escenario. Unos, la carne, la blanda carne que no es capaz de ver más allá de las habladurías y se empeña en que la vida son todo pruebas tangibles. ¡Documentos! Igual que tú ahora, con todas tus preguntas. Sin embargo tres de ellos vagaban por el escenario con trajes negros y vaporosos velos; esos me han parecido a mí los intangibles sueños, los anhelos inalcanzables, tal vez la vida misma.
- ¡Cómo! ¿Qué me cuentas? ¿Son fantasmas esos seres? ¿De dónde vienen?

Fedora se estira dentro de su chaleco y gira el bastón con una mano, mientras se levanta el sombrero de copa con la otra y exclama:

- ¡Eres igual que ellos, Goti! Esos seres acaudalados y peripuestos - la sociedad misma -, no pueden resistir el tormento de las dudas; no soportan la incertidumbre y por eso preguntan y preguntan hasta llegar a los confines de la obscenidad y la impudicia. Quieren saber aquello que no merecen saber, con una obstinación terca y ambiciosa. Esos bien pensantes no quieren que otros gasten sus vidas en descubrirse, en rehacerse, en reinventarse cada día. En ser, por encima de aparentar ser, en llenar el pozo con un drama vital, con el alma misma. “Todo aquello a lo que el mundo de la razón no puede acceder”, se dicen, “debe ser perverso, terrible”. Y por eso mismo arremeten contra aquellos cuyas vidas no se acercan a la realidad. A la Verdad. A su Verdad.
- ¡Ajá, ahí es dónde está el quid de la cuestión! ¡La Verdad!
- La Verdad camina siempre cubierta con un velo negro y se descubre sólo para sorprender, para decirnos que ella es tal y como nosotros queramos que sea, que no hay nada más que nuestras ilusiones y añoranzas.
- No entiendo... entonces ¿la Verdad no existe?
- Así es, (si así te parece) – contesta Fedora tirando de la cadenilla del reloj -. O Tal vez no sea sino todo lo contrario. Hay que usar la intuición, abrazarse a ella carcajeándose de todo. Arremetiendo contra el mundo de la razón, vapuleándola.
- ¿Qué burla es esta? - me pregunto en voz alta - ¿quién puede estar en contra de la razón?
- No solo contra la razón. ¡Contra todo! ¡Contra todos!

Comienza a llover y Fedora se arranca el sombrero de copa y lo arroja al aire húmedo, convirtiéndose en un paraguas que nos cubre a los dos. Me pide que caminemos calle arriba, mientras me sorprende con una reflexión muy suya:

- Más allá de esa vida vacía y torpe en la que a tientas avanza la sociedad - es decir, la razón -, está la vida de los sueños, esa tan volátil, en la que lo importante es aprenderse de nuevo, reinventarse, ser quien no se es, y serlo insistentemente, o a ratos, o ser todos los personajes o ninguno, vivir todas las vidas y tomar prestada la carne estremecida de los otros. Al finalizar la obra, los personajes todavía permanecen encerrados en el escenario con la mirada perdida en el respetable, manoseando un fingido y transparente telón que no consiguen traspasar. Quedan allí apresados, como quedarán en nuestra memoria para siempre. ¿Dónde quieres estar tú, Goti? ¿En qué lado, sobre el escenario, en el patio de butacas o saltando de uno al otro lado,... estar en todos los mundos?

En un cruce de calles, Fedora se arranca el chaleco y arroja el paraguas al suelo, que se convierte en una peonza que gira endiabladamente y exclama:

- ¡Ah amigo Goti!, los sueños existen y perseguirlos siempre merece todas las penas que nos puedan causar. La verdad, en cambio, es inalcanzable, desconocida, inerte sobre las almas que la rondan. ¿Acaso la verdad no es tan solo un sueño más? ¡Qué miserable vivir escoltado por documentos, por servidumbres mundanas que nos demuestran quienes somos, donde vivimos! ¡Que existimos, que no somos una vaga ilusión! ¿Acaso no lo sabemos sin andar buscando partidas de nacimiento y de muerte? ¿direcciones postales? ¿orígenes? ¿Razas, religiones? ¿Son estas las etiquetas que queremos prendernos de las solapas del alma? ¿O acaso no somos sino el pedazo de alguien que nos sueña, o la imaginación de un absurdo dramaturgo? ¿O hay algo más que todo esto?

Frente a nosotros se detiene un coche de caballos sin chofer, pero Fedora, después de susurrarle a los podencos unas amables frases y acariciarles el lomo, se pierde detrás de la portezuela. De su interior, mientras el carruaje se aleja, me parece escuchar:

Sssssssuuuuuuuhhhh. Sssssssuuuuuuuhhhh. Sssssssuuuuuuuhhhh.
Auuuuu. Auuuuu. Auuuuu. Auuuuu.
Clap. Clap. Clap. Clap. Clap.

Abajo el telón

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