El cuento de nunca acabar
Papeles sueltos. Un puñado de cuartillas mal cosidas, un cuaderno de caligrafía de hormiga, dos desvelos y un swing de Jelly Roll Morton, y todo dentro de esa magia parlante que en pocas líneas dibuja un mundo microscópico, el santo y seña de un club de solitarios, el amor trazado a vuelapluma en las orillas de un puerto de Yalta, una habitación en sombras y una luz en la ventana...
- ¿De qué hablamos hoy, Fedora? ¿Papeles sueltos, cuartillas? ¿Qué has desayunado si puede saberse?
- Amigo Goti, estamos hablando de una señora con perrito o de un caserón polvoriento al borde de un precipicio; de un viaje en el transiberiano observando el parpadeo de la estepa rusa sobre los cristales de un vagón para turistas…
- No comprendo ¿Chéjov? ¿James? ¿Tolstoi?
- Ya te vas enterando, Goti. Hablamos de cuentos.
- ¿Cuentos? ¿Quieres decir relatos? Historias para niños. Hansel y Gretel, es eso ¿no?
- Es mucho más, querido amigo. Te lo mostraré: toma el marco de un cuadro…
Fedora abre su zurrón de cuero y extrae un marco dorado con bordes churriguerescos. Se lo alcanza a Víctor Goti y prosigue:
- Prescinde del lienzo, Goti; pasa el puño de un lado a otro. Así, así, muy bien. Asegúrate de que el marco contiene sólo un pequeño hueco, la superficie invisible de un agujero, una nada rodeada de cuatro tablillas claveteadas.
Goti hunde el puño a través del marco y observa atentamente su mano al otro lado del hueco: se sorprende al descubrir una mano ancha, aumentada, con los nudillos como maromas de barco.
- Ahora, piensa que estás en la calle, en un bar, por ejemplo, en el fondo del mar, entre pececillos color de rosa… o donde a ti te parezca el mejor lugar para alzar el marco y disponerlo frente a los perfiles de una historia. ¿Lo ves? ¿Qué estas viendo, Goti?
- Es un violinista flotando en una piscina, ¡se está hundiendo Fedora! hace gluglú; espera, no, ahora veo un collar de perlas; una carta escondida; un caserón en llamas... ¿Qué es esto, Fedora? ¿Qué conjuro hechiza este marco?
- Ahí tienes un cuento, o dos, o tres, o leves trazos que ensayan un amor de provincias, o un absurdo miedo que congela la sangre, o la risa condensada en un pliego de hojas. Son cuentos.
- ¿Risa? ¿Amor? ¿¿Miedo?? - los ojos de Goti se afilan como los de un gato, horrorizado.
- No aprenderás nunca, Goti. ¿Es que no lo has averiguado aún? Un cuento es un iceberg que emerge del fondo del océano mostrando apenas un pedazo de hielo. Los cuentos tienen vida propia, hay quien ha llegado a escuchar los vacilantes latidos de su corazón de tinta; por sus venas corre una emoción de niños jugando; los susurros de dos enamorados abrazados en un parque.
- ¿Quieres decir que los cuentos tienen vida propia? No me hagas reír, ¿hablan acaso los cuentos?
- Ya lo creo, Goti. “Si me necesitas, llámame”, dicen los cuentos. Sólo tienes que pasear la vista por las montañas coronadas de nieve de los cuentos para saber que allí dentro, en el fondo oscuro de sus aguas, allá donde no llega la luz, se esconde un secreto que quiere ser desvelado.
Pero el secreto de los cuentos no emerge a la superficie, no se lee ni se puede ver con ayuda de catalejos de pirata. No hay ningún astrolabio que nos oriente en la ruta hacia su tesoro escondido. El secreto de un cuento es aire dentro de una burbuja: la llena, la redondea para que en sus lomos chisporroteen puntos de luz azulados, la eleva sobre el suelo tan alto que es un globo, un algodón mecido en olas de aire, un pájaro que vuela libre y sin fronteras. Y todo eso es un cuento.
- Ya veo, Fedora, ya veo. Tú siempre tan... ya sabes, tan...
- Un pequeño cuento no es el hermano pequeño de la novela, no lo olvides – prosigue Fedora, sin hacer mucho caso a las vacilaciones de Goti -. No lo es, hay que decirlo bien alto. Que todo el mundo lo sepa. Un cuento no necesita apoyarse en los torrentes narrativos de un escritor río, no precisa de pesados engranajes que lo sustenten ni muletas que lo alcen. Un cuento es una bala en la recámara de un revólver dispuesta a partir por la mitad dos corazones. Un disparo certero a los sentimientos, una poética de lo breve encadenada a un universo único. En ese cosmos de páginas menudas uno encuentra buenos amigos, los conoce durante un rato que pueden ser dos minutos o una vida y los lleva para siempre en la memoria. Como los viejos amigos. Es la literatura portátil, las palabras que no hace falta decir para sentirlas, la mirada honda de dos enamorados.
Cuando la historia termina con un punto y final o con un silencio y todavía perdura el calor de unos labios que se alejan de tus labios, el olor a lejanías que habitan dentro de uno, cuando abres esa caja de sueños que es un cuento, sabes que nunca, por más que el tiempo y la vida nos ponga zancadillas, podrás dejar de enredarte entre sus magias, abrir sus puertas de sombras, perderte en sus laberintos.
- Un cuento es todos los cuentos – asegura Fedora -. Leer un cuento es leerlos todos y es no leer ninguno; pero de eso, Goti, ya te hablaré otro día.
No hay comentarios:
Publicar un comentario