22 de junio de 2008

Papel mojado

Siempre que llueve sobre un libro abierto ocurre lo mismo. La historia ya la sabe, le daré cuenta de algunos detalles: las primeras gotas aplastadas contra el papel inician los rigores del regreso a la pasta húmeda, a las hojas hinchadas, al lomo desahuciado de los pliegos de cuarta; la letra vacilante comienza a confundirse en un tupido borrón de tinta negra, las palabras se juntan unas con otras, se repliegan sobre sí mismas para volver a aparecer dos párrafos más abajo montadas sobre otras frases. Cambiadas. Nuevas. Ahora llega lo peor: al héroe de la novela le sobreviene la muerte en la página setenta y ocho, en la ciento catorce el asesino logra evadirse de las pesquisas del detective, antes de la doscientos veintinueve Praga es el color rojo.

Ha dejado de llover.

Fíjese bien: este libro ya es otro libro, obstinadamente otro. ¿No es lo que usted quería?

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