Mano de santo
El prolongado éxtasis que el padre Mateo colmó sobre el cáliz le vino mientras se santiguaba con la mano pura. El verbo se hacía carne, hiel de hombre sobre la sangre de Cristo. Después del eco de silencios que sucedieron a los gong del campanario, se conjugaron en milagroso sincronismo varios acontecimientos:
1. eran las doce en punto,
2. el incienso se respiraba como un aroma de santidad por toda la sacristía,
3. el padre Mateo se incorporó fustigado por la virgen de Fátima, cuyos ojos llameaban a la luz de dos cirios del tamaño de dos vergas de equino, traídos directamente del Vaticano,
4. el diablo, alias Lucifer, alias Satanás, alias Belcebú, también conocido como ángel caído, penetró, a través del portón de la entrada, con un abrigo de piel de cordero bajo el que escondía un cuerpo de fulgores de almizcle, obsceno, ese que siempre le permitía desflorar el tesoro de cuantas castas mujeres le vinieran en gana,
5. quiso Dios, por una vez, estar presente en cuerpo y alma en el evento y así fue conducido por San Cristóbal en blanca y alada limousine del cielo a la tierra, donde aparcó en zona de minusválidos y, mientras el santo patrón discutía con el guardia, se acomodó Dios junto a la pila bautismal, humedeciéndose los dedos de bendita frescura,
y, 6. la única devota presente, una vieja amante de Dios sobre todas las cosas y del prójimo como de sí misma, tosió dos veces y se echó a la garganta una Juanola que andaba enredada por su bolso, entre el devocionario y el Hola.
El padre Mateo, ajeno a la congregación de su parroquia, se dijo, hágase tu voluntad, mientras salía a dar misa con una sonrisa lunática en los labios. Camino del altar, rememoraba el seminario Marista y los lustros de análisis de exequias y huesos de santos compostelanos que le dejaron la clara convicción de que el verbo se hacía carne a través de los hombres. De manera que tal día como aquel, quiso predicar con el ejemplo ofreciendo su propio brebaje a los feligreses en cáliz de oro.
- Perdona nuestras ofensas... – dijo el párroco, aunque estaba convencido de que el cáliz donde había depositado los signos de su improbable descendencia, no podía ofender al Altísimo, sino elevarlo a él mismo a las alturas celestiales por compartir, con sus feligreses, la gloriosa venida de nuestro Señor Jesucristo, amén.
Llegó la hora de la comunión. El diablo se deslizó en vagas sombras por el empedrado, Dios maniobró con elegante omnipresencia hasta el presbiterio, y la anciana se precipitó sobre el padre Mateo que descendía las escaleras con el cáliz entre las manos y observaba la gotita flotando, blanco teñido de frenesís sanguinolentos, blanco inmaculado envileciendo la sangre, blanco puro y espermático, blanco de ángeles luminosos en el pozo rojo de las zozobras de Cristo.
Así se sucedieron los prolegómenos del ite missa est:
1. la vieja tomó el cáliz de salvación que le ofrecía el padre Mateo y bebió hasta la última gota,
2. Dios desplegó un par de ojos atónitos que parecieron rodar por las inscripciones latinas de las sepulturas,
3. el diablo, para completar el sacrilegio, se metió entre las faldas de la vieja jugueteando con todos los puntos cardinales del éxtasis sexual,
y, 4. el padre Mateo observó cómo la anciana relamía el borde dorado del cáliz y las incrustaciones de jade con un entusiasmo que él adivinó enseguida espiritual y divino, y que la llevaría directamente al reino de Dios Padre Todopoderoso y eterno, sin que éste, el Todopoderoso, allí presente en cuerpo y alma, pudiera hacer nada por evitar semejante blasfemia.
El Dios Padre todopoderoso y eterno no podía creer lo que sus ojos eternos veían: la vieja panza arriba, falda en alto, convocando a mil demonios sedientos de carne rechumida que la apretujaban, la volteaban, la ponían a cuatro patas, mientras ella se dejaban hacer, bendito seas señor, Dios del universo, decía. El padre Mateo, creyéndola poseída por los ángeles, se desabotonó la sotana y comenzó un tira y afloja con objeto de producir más líquido sagrado con que rociar la escena.
- No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal – se decía el loco Mateo..., digo el padre Mateo.
Después de aquello Dios no quiso saber nada más de los hombres, el diablo elaboró una divertida ruta que contenía conventos de clausura, claustros monacales y residencias de estudiantes. El padre Mateo, viendo que la escena no parecía repetirse, puso todo de su parte por reproducir cada domingo aquel milagroso éxtasis. La vieja, amante del prójimo como de sí misma, no faltó ni un sólo día a misa de doce.